“Me molesta muchísimo que mi hijo sea tan perfeccionista. Nunca está contento con nada”. “No puedo soportar que mi hija sea tan tímida. Siempre está en un segundo plano y nadie la ve”. “Odio que mi pareja sea tan sabihonda. Es que continuamente tiene que dar la impresión de saberlo todo”.
Si nos detenemos a reflexionar sobre ello, seguramente encontraremos aspectos de quienes nos rodean que nos disgustan profundamente y que nos hacen sentir malestar cuando nos encontramos frente a ellos. Puede ser molestia, tal vez algo de vergüenza o quizás cierta animadversión. O es posible que se trate de irritación, enfado, hostilidado incluso odio. Sea la que sea la emoción que logremos identificar, lo cierto es que eso que vemos en la otra persona que nos remueve y que nos provoca desasosiego, a menudo creemos que no nos pertenece y que no tiene nada que ver con nosotros(as). Pues bien, nada más lejos de la realidad. Veamos hoy a través de algunos ejemplos, qué es eso que llaman “La Ley del Espejo”, basada en los trabajos del psiquiatra y psicólogo Carl Gustav Jung.
Esos aspectos que rechazo tan de pleno en los(as) demás, que me hacen revolverme y censurar o huir y apartarme para no verlos, suelen ser partes de mi carácter que no soy capaz de reconocer y que tan solo el pensar que puedan tener algo que ver con mi personalidad, me hacen sentir incomodidad. Veamos qué te provoca este ejemplo: “Odio a la gente que es testaruda. No soporto que mi hija sea así. ¡Como se le meta una idea en la cabeza, es que no hay quien se la saque! No pierdo ocasión de tratar de convencerla de lo contrario. Una y otra vez voy a la carga y le digo que no puede ser así, que es importante tener flexibilidad de pensamiento para afrontar la vida. Pero tiene la cabeza dura como una pared y nunca me hace caso”. Por el contrario, tú te reconoces como alguien a quien le gusta la flexibilidad y el fluir y aborreces las mentes obstinadas y rígidas que siempre creen llevar la razón. Es como si creyeras que te encuentras justo en el polo opuesto de eso que tanto odias. Respira. ¿Te atreves a oír algo? ¿Y si ocurre que, a veces –tan solo a veces-, tú no eres una persona tan flexible ni tan comprensiva como te crees? ¿Y si ocurre que tú también eres –aunque solo sea un poquito- alguien tozudo y terco? ¿No crees que a lo mejor – tan solo a lo mejor-, no estás comportándote de una manera muy comprensiva ni respetuosa cuando insistes una y otra vez y tratas de obligar a tu hija a que te haga caso y a que sea más como tú quieres que sea, en lugar de ver y de permitir como ella es? Te invitamos a descubrirte y a aceptarte en aquellos momentos en los que tú también eres un poco cabezota. Igual este aspecto de tu hija deja de molestarte tanto y de parecerte tan terriblemente odioso. Solo es una sugerencia, pero actuar de esta forma cuando ves algo que te molesta muchísimo de alguien… ¡puede llevarte a hacer descubrimientos sorprendentes sobre aspectos de ti de los que no tenías el menor ápice de consciencia!
Otras veces ocurre que me molesta muchísimo alguna crítica que procede del exterior. Me hiere tanto esa acusación, que soy incluso capaz de romper la relación con esa persona. A veces, esta ruptura es momentánea y me aparto durante un tiempo más o menos largo retirando la palabra, la presencia o el afecto. Pero otras veces, el rechazo a eso que me han dicho me provoca tanto malestar, que rompo la relación para siempre. Un ejemplo: “Estoy muy dolido con mi hijo. ¡Me ha acusado de que soy un egoísta porque me he quedado trabajando en casa en lugar de ir a jugar al fútbol con él! Dice que no lo tengo en cuenta y que siempre hago lo que me da la gana. ¡Encima de que me paso el día en el trabajo para poder darle todos sus caprichos, me acusa de ser egoísta! ¡Mira quién habla!”. Date el permiso. Respira profundamente, cierra los ojos y trata de bucear un poquito hacia tu interior. Calma. Escucha verdaderamente lo que te ha dicho tu hijo y escúchate a ti. ¿Por qué te duele tanto su acusación? ¿Quizás porque reconoces que, en realidad, estás haciendo lo que tú quieres hacer, aquello que tú consideras que es correcto? Pero obviamente tu hijo está en desacuerdo, porque para él no estás atendiendo su necesidad (¿Tal vez menos caprichos materiales y más tiempo juntos?). Visto desde esta óptica, ¿comprendes ahora que te llame egoísta? También es posible que te ocurra justo lo contrario. ¿Igual estás al límite de tus fuerzas de tanto trabajar para sostener a tu familia y sientes que no te estás cuidando lo suficiente, que te estás olvidando hasta de tu propia salud en pos del bienestar de los(as) demás? ¿Qué estás dando mucho y recibiendo poco? Y, no solo tu abnegación y sacrificio no son reconocidos, sino que encima tu hijo te castiga con esa cruda y espantosa acusación que te hiere como un dardo. Tal vez esto sea una llamada de alerta y te lleve a plantearte la necesidad de mirar algo más por tu salud y por tu descanso. Pero, como ves, todo está plagado de quizás y tal vez, y tan solo tú, contactando y escuchando a tu yo verdadero, sabrás cuál es tu certeza.
Puede darse el caso de que me señalen y me digan: “Eres una manipuladora. Adulas a los demás para caerles bien” y que a mí, semejante condena me deje indiferente. Pongámonos en que esa acusación no tiene ningún tipo de impacto en mí porque de manera consciente no me reconozco así. En este caso, es muy probable que, la persona que me ha apuntado con el dedo, esté proyectando sobre mí aspectos de su personalidad que desconoce y que están en la sombra. Más o menos lo que dice el refrán de ver la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el nuestro. Tómate un momento solo si lo deseas: ¿Qué dicen de ti tus críticas?
Finalmente y si consideramos que un espejo es capaz de mostrar absolutamente todo, aquello que reconozco como agradable, bello, gratificante, admirable y que me gusta de ti, también es un reflejo de lo hermoso y de lo valioso que hay en mí. ¿No lo habías pensado? Y, un apunte: ¿Qué les ocurre a aquellas personas que solo ven las faltas y los supuestos defectos de los(as) demás, que no son capaces de reconocer sus cualidades más positivas? Según esta visión, da que pensar, ¿verdad?
¿Qué te provoca leer esto? ¿Te atreves a experimentar? Obviamente, todo tiene muchos más matices de los que en este breve espacio podemos recoger. Tal solo hemos intentado, a través de estos ejemplos, abordar lo que tanto me molesta y rechazo del otro(a) desde una perspectiva diferente que nos permita un mayor auto-conocimiento y desarrollo de nuestra inteligencia emocional, que, al fin y al cabo, es el objetivo que aquí nos ocupa.