En el proceso madurativo del niño nos encontramos con habilidades perceptivo-auditivas y destrezas motoras orofaciales –de órganos que intervienen en el habla– que a lo largo de su evolución permitirán el desarrollo articulatorio y la estabilidad del repertorio fonético.
Existen unos márgenes de tiempo para afianzar estas capacidades articulatorias dentro del desarrollo normal. Pero la flexibilidad debe ser un referente cuando hablamos de comunicación, habla y lenguaje en los niños pequeños.
La dislalia, por definición, es la dificultad que presenta un niño para poder pronunciar correctamente un fonema o un grupo de fonemas. ¿Qué es lo primero que debemos tener en cuenta? Aspectos como la edad de inicio del lenguaje, los antecedentes familiares, la posibilidad de que existía alguna dificultad orgánica que afecte a órganos bucofonatorios, etc.
En principio, si un niño empieza a hablar a la edad correcta, sin presentar factores orgánicos que puedan explicar las dificultades articulatorios, y observamos que estos problemas persisten en el tiempo y no se solucionan podemos afirmar que nos encontramos con problemas de dislalias. Esta dificultad puede afectar a uno o a varios fonemas. Serán los logopedas o especialistas en lenguaje quienes orienten a las familias sobre el nivel evolutivo en el que se encuentra el niño.
Cuando los niños son pequeños no tienen por qué articular todos los fonemas correctamente; o pueden presentar dificultades para automatizar un fonema aprendido previamente. Llevará su tiempo colocarlo en su lugar correcto dentro de la palabra y pronunciarlo con precisión. De este modo, aparecerán lo que llamamos “procesos” o estrategias que tienen como finalidad acceder a la pronunciación de la palabra con los recursos que ya tenemos. Así, cuando un niño dice “caza por casa” utiliza un sonido que ya posee para suplir el que todavía no tiene adquirido. Si a la edad de 5 años vemos que persisten las dificultades de modo insistente hay que pensar que estas dificultades pueden estancarse. En la mayoría de los casos se van solucionando evolutivamente. Sin embargo, muchos niños presentan un habla muy alterada con muy baja inteligibilidad. En repetición aislada suelen emitir bien los sonidos, pero al integrarlos en las palabras falla esta precisión; nos encontramos entonces ante un trastorno fonológico, que afecta a la representación mental de los sonidos.
¿Cómo podemos ayudar al niño?
Como decimos siempre, ante la duda preguntad a un profesional. Hasta el final de los 4 años el niño está en plena adquisición y afianzamiento de los distintos sonidos. A modo de ejemplo, los sonidos /M, N, Ñ, P, T, K, B, D, G/ son los más tempranos en adquirirse. Posteriormente se aprenden sonidos como /F, J, S, Z/, etc. El sonido /R/ y grupos con /L/ y /R/ son los más tardíos.
La orientación más adecuada desde nuestro punto de vista es trabajar desde un enfoque integral, no separar habilidades de percepción auditiva, de representación del sonido de las meramente articulatorias. La realización de praxias orofaciales (movimientos que darán destreza a órganos bucofonatorios para articular mejor los sonidos) deberán ir acompañadas de actividades que favorezcan la representación mental de los sonidos, la discriminación entre sonidos semejantes, la percepción de la posición que ocupa el sonido dentro de la palabra. Todo esto se puede hacer con rimas, juegos de palabras, apoyos gestuales para recordarnos con qué parte de la boca emitimos el sonido (labios, lengua, etc.).