Este cuento lo he escrito para aquellos niños que hayan perdido algún abuelito. Inventé uno también con temática de Halloween años atrás y me sugirieron que escribiese uno más relacionado con las costumbres españolas. Espero que os guste y que los/as niños/as sientan que su abuelo/a estará siempre con ellos, cuidándolos.
Cuento «Siempre te cuidaré», de Miss Eli
Pronto será la noche de Halloween. A muchos niños les encanta celebrar esta tradición americana que cada vez se ha extendido más y más. A todos menos a Rosa. Ella siente repulsión a las arañas, miedo a los fantasmas y aversión por las brujas, así que para ella son unas fechas indeseadas. Además, hace pocos meses que su abuelito no se encuentra entre ellos, su mamá le dice que se fue al cielo, pero el día de todos los Santos, como siempre llamaron en su tierra a ese día dedicado a las personas que se fueron de nuestro lado, los adultos de su pueblo van al cementerio y decoran los lugares donde están sus seres queridos con flores y velas llenas de luz y de cariño.
Rosa no sabe qué creer: lo que le dicen en casa, en el cole, sus amigos… Esta semana, en su clase, todo son risas, fiestas y algarabía.
—¡Ven, Rosa, pruébate un disfraz! —le gritan sus compañeros emocionados, disfrutando de lo lindo con los trajes que hay para celebrar estas fechas.
—¡Buuu! —le sorprende un niño con un fantasmita de papel con el que intenta asustarla, aunque sin maldad, solo con la intención de reír un rato.
Rosa sale corriendo de la clase, la profesora y los demás alumnos la miran extrañados, sin saber qué le ocurre a esa niña que no celebra estas fechas como los demás.
En el recreo, la profesora le pregunta con dulzura:
—¿Qué te ocurre? ¿No te gusta Halloween?
—No —responde muy seria, sin dar más explicaciones.
—¿Te dan miedo los disfraces y las decoraciones? No son reales, solo historias inventadas, no te preocupes —trata de calmarla la maestra.
—Sí, lo sé. Solo que… echo de menos a mi abuelito —Por fin Rosa le confiesa lo que realmente la entristece.
La profesora la abraza, le da un beso en la frente y la reconforta con ese cariño que las maestras les dan a sus alumnos, «sus niños», al fin y al cabo.
—Seguro que tu abuelito te ve de alguna forma y sabe lo maravillosa que eres.
Rosa le sonríe, quizás sea verdad eso, es lo más bonito que ha escuchado. Su abuelito no está en el cementerio, no está en el cielo, está junto a ella y la quiere, eso sí que va a ser verdad.
Esa tarde, cientos de niños llaman al timbre de la casa:
—¿Truco o trato? —vociferan todos al unísono.
Su mamá les da chucherías, como hacen en otros países y ya cada vez más en el nuestro. La mira, algo apenada, pensando en que le gustaría que su hija se divirtiese con los demás, en lugar de estar recluida en casa, sin querer pisar la calle ni disfrazarse. La maestra le ha comentado la conversación que han mantenido, así que decide mimar a su pequeña y no animarla a que se una al grupo, respetando su decisión.
Por la noche, Rosa se va temprano a la cama, deseando que termine ese día. Sin saber cómo, aparece en un jardín colorido y lleno de vida, hay flores, pájaros y mariposas. Parece que no hay nadie, a lo lejos, alguien se acerca, una figura que le resulta familiar. Se frota los ojos, los vuelve a abrir y.… ¡si, es él! ¡Es su abuelito! Corre como el viento, se lanza sobre él y lo abraza con todo el amor del universo.
—¡Abuelooooo! —grita incrédula y emocionada.
Las risas de su abuelito lo inundan todo, ya no se oyen los pájaros ni el silbido del viento entre los árboles, solo la dulce y clara risa de su querido abuelo.
—¿Qué haces aquí?, ¿cómo que podemos estar juntos? —lo interroga nuestra amiga.
—Ya sabes, mi querida niña, que mi cuerpo estaba agotado y necesitaba descansar, pero mi alma, mi esencia, esa siempre seguirá llena de vida y energía. No podrás verme, pero yo siempre estaré a tu lado, cuidándote.
—Sí, hoy la maestra me explicó algo parecido.
—Seguro que tu maestra ya estuvo con su querido abuelito alguna vez, por eso lo sabe.
—¿Y cómo qué puedo abrazarte y estar contigo, abuelo, si ya no estás? —pregunta confundida una niña que no entiende nada de lo que le está ocurriendo.
—En sueños, todos dejamos nuestros cuerpos descansar, es nuestra esencia la que vive, la que está despierta, en ese momento, somos iguales, tu alma y la mía pueden reunirse y estar juntas, solo por un breve periodo de tiempo.
—¡Qué alegría, abuelo! ¡Poder abrazarte y tenerte tan cerca! —exclama una niña fascinada por sus vivencias.
—Siempre estoy cerca de ti. Cuando despiertes, si de repente sientes una caricia del aire, es mi esencia, para decirte lo mucho que te quiero, que siempre te cuidaré y te querré. Ahora me tengo que ir, recuerda mis palabras.
Rosa comienza a despertarse, al abrir los ojos ya no está en ese maravilloso y mágico jardín, es su habitación la que le rodea. Mira confundida, se sienta en la cama y se da cuenta que ha sido solo un sueño. Se entristece, creyendo que ha sido fruto de su imaginación. Sin saber cómo, siente como en viento le acaricia el pelo. La ventana está cerrada, comprende que no ha sido producto de la fantasía, que ha sido real, la alegría que siente hace que en su cara aparezca una enorme sonrisa. Se dirige rápidamente al salón, coge una fotografía donde está con su abuelo y la abraza con todas sus fuerzas.
—¡Yo también te quiero, abuelo! —susurra, cerrando los ojos y recordando lo feliz que ha sido esa noche, desde ahora en adelante, una noche muy especial.