Actualmente parece que siempre que hablamos de un niño movido, bien sea en ámbito escolar o en ámbito familiar, prácticamente ya nos estamos refiriendo a un niño hiperactivo o con diagnóstico de TDAH.
Se nos olvida la posibilidad de contemplar otros escenarios que no sean el de este diagnóstico. Debemos pensar que, sobre todo, en edades tempranas, cuando los niños son todavía muy pequeños, el aspecto madurativo está en pleno proceso; muchos niños son muy inquietos, inmaduros, dependientes del entorno, les gusta explorar en exceso. Algunos de ellos pueden presentar retrasos en la adquisición del lenguaje que no sólo suponen destrezas para hablar sino para disponer de un recurso para auto regular la propia conducta. En numerosas ocasiones hemos podido contemplar cómo niños pequeños que no hablan bien, pero tienen un buen nivel de comprensión, son propensos a tener una mayor actividad en su afán por explorar el entorno y obtener los objetos deseados de manera rápida. Y esto no significa que el niño sea hiperactivo.
Pueden darse múltiples circunstancias que hagan que los niños sean más activos, impulsivos, movidos. Pero muchos condicionantes pueden estar simplemente en el mismo entorno natural del niño. Estímulos sociales, de organización familiar, eventos especiales (el nacimiento de un hermano), etc. pueden ocasionar conductas de inquietud motora notables y de no respeto de los límites marcados por el adulto.
¿Qué hacer?
Cuando observemos conductas que pensemos alteradas en el niño en cuanto a comportamiento motor exagerado deberemos coordinarnos con los profesionales que estén más en contacto con el niño: escuela y familia deben ir de la mano, tanto para la detección de estas características como para la intervención. No todo niño movido es hiperactivo. De hecho, en muchos casos se está sobrediagnosticando simplemente ante la descripción de conductas infantiles que en otros entornos no llamarían tanto la atención. Hay niños que necesitan más libertad de movimientos, más descarga física. Normalmente utilizamos los mismos métodos educativos para la mayoría de los niños de un mismo aula pero no todos los niños aprenden igual ni responde de la misma manera en cuanto a motivación se refiere.
Por tanto sería aconsejable el intercambio de información familia-escuela como aspecto prioritario ya que si el niño no se comporta de igual manera en los distintos contextos es posible que simplemente tenga reacciones distintas ante condicionantes que hacen que ciertas conductas se “disparen”.
Esta visión supone un enfoque ecológico, donde el contexto y los distintos entornos en los que se desenvuelve el niño son los principales factores que posiblemente ocasionen conductas de activación. Por tanto, no es el propio niño el que tiene el problema, no es el único causante. Si modificamos estímulos en el entorno, en la familia, en el aula (control de los tiempos de trabajo, favorecimiento de estímulos más motivadores para el aprendizaje, etc.) conseguiremos un cambio en el comportamiento de niño.
Los profesionales de la educación deberían tener mayor peso del que tienen actualmente a la hora de detectar estos estilos de aprendizaje en estos niños. La tendencia sigue siendo demasiado médica y con el foco de atención puesta en el niño.
Un trabajo integral de intervención, más centrado en el contexto y en los estilos de aprendizaje de los alumnos en cuestión posibilitaría una respuesta más eficaz en la ayuda hacia el niño “movido” sea hiperactivo o no.