En el post de hoy, hablamos de la aversión sensorial a los alimentos en niños y te damos algunos consejos sobre la selectividad alimentaria.
¿Qué es la selectividad alimentaria?
La selectividad alimentaria es el rechazo a determinados alimentos ya sea por su olor, textura, sabor, color o incluso temperatura. También se la conoce como aversión sensorial a los alimentos. Esto limita mucho la dieta de quien la sufre, causando preocupación en madres y padres.
Se suele dar en momentos en los que se introducen nuevos alimentos a la dieta de los niños, como por ejemplo, en el paso de papillas a sólidos. La aversión sensorial a los alimentos es el rechazo constante de texturas, sabores, olores… con reacciones como las arcadas, muecas, escupir la comida, girar la cabeza al intentar alimentarlos…
Esto produce también que se nieguen a probar alimentos nuevos y, por ende, la fijación en ciertos tipos de comida que no les causa ese rechazo sensorial. Aún así, a menudo estas comidas tienen que ser cocinadas de la misma forma o tienen que ser de la misma marca para que mantengan el mismo olor, color, sabor y textura. Si no, una misma comida que haya sufrido alguno de estos cambios puede provocar aversión sensorial, aunque el cambio no haya sido drástico.
Consecuencias de la selectividad alimentaria
La alimentación es un proceso muy complejo, que implica grandes desafíos para nuestros sentidos, especialmente durante el desarrollo infantil. Durante la infancia, desarrollamos todos nuestros sentidos explorando lo que nos rodea, y las dificultades en esta etapa pueden llegar a causar hipersensibilidad (cuando recibimos la información alterada y generamos una respuesta no adaptativa) y la hiposensibilidad (la dificultad para registrar distintos estímulos ya sean orales o táctiles. Esto se observa, por ejemplo, cuando un niño se mete grandes cantidades de comida en la boca sin darse cuenta de que se está manchando).
Es muy importante acudir a un terapeuta ocupacional si tienes sospechas de que tu hijo tiene selectividad alimentaria para que el especialista pueda determinar cuáles son las mejores estrategias para lidiar con este problema y mejorar su alimentación. De todos modos, a continuación recomendamos pautas que puedes seguir ya que funcionan en la gran mayoría de casos.
Qué hacer en caso de tener un hijo o hija con aversión sensorial a los alimentos
- Evitar recompensas o castigos: la comida es necesaria para sobrevivir, no se trata de una tarea extraordinaria.
- El momento de la comida tiene que ser agradable, un momento ameno con la familia donde todos se alimentan juntos. Debemos intentar que se convierta en una experiencia positiva para todos.
- Sentarse a comer con el niño o la niña. Los niños toman a los adultos de su alrededor como modelos a seguir. Por lo tanto, si ven a sus padres o hermanos mayores comiendo alimentos variados y saludables y disfrutando de ellos, se verán más propensos a darles una oportunidad.
- Si tu hijo o hija tiene aversión al cambio, introduce el cambio de manera sutil y paulatina, cambiando poco a poco colores y temperaturas. Por último, se empezará a cambiar la textura, lo que dará pie a la introducción de nuevos alimentos en su dieta.
- No perseguir con la comida. Esto viene relacionado a la necesidad de hacer que la comida sea una experiencia positiva. Es necesario que sea un evento estructurado, con la familia sentada a la mesa compartiendo un momento juntos. Perseguir a un niño con la comida puede hacer que coma un poco más en el momento, pero generará una experiencia negativa que en un futuro se puede reflejar como una aversión mayor a ciertos alimentos.
- Nunca forzar a comer. De la misma manera que el consejo anterior, esto sólo creará un rechazo hacia la comida al haberle causado una respuesta de “huida o pelea”, relacionando la comida con el displacer.
- Establecer un tiempo limitado para comer para que siempre sea una actividad que tiene un principio y un fin.
- Establecer rutinas relativas a cuándo, dónde y qué se comerá.
- Respetar cuánto quiere comer el niño o la niña. Si ha dejado de tener hambre, obligar a que se termine el plato se convertirá en un momento desagradable que relacionará con la hora de comer.
- Asegurarse de que el niño o la niña tiene una postura adecuada a la hora de comer con el uso de sillas o sillines y superficies que se ajusten a su altura.
- Favorecer actividades sensorio-motoras previas al momento de comer para despertar el apetito y regular nuestro nivel de alerta. En este punto es necesario acudir a un terapeuta ocupacional para que pueda establecer recomendaciones personalizadas.
- Tolerar jugar con la comida, con las manos, mancharse, etc. Para hacerlo recomendamos utilizar un delantal (si es necesario), no limpiar la cara y las manos cada vez que se manche.
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