El niño todavía no ha nacido y ya te lo imaginas: cómo va a ser, qué vais a hacer juntos, cómo va a crecer… Sueñas que va a ser feliz y conseguir algo importante en su vida. Sin querer le dibujas un futuro, algunas veces te imaginas que logra metas que tú no has sido capaz de conseguir…
Al recibir el diagnóstico de tu hijo (en nuestro caso es TEA, Trastorno del Espectro Autista), todos tus planes se vienen abajo. Te dan el diagnóstico, pero no te enseñan cómo afrontar los cambios que se avecinan. Es bueno buscar apoyo en tu pareja, en tus amigos y en tu familia. Lo malo es que vas a ver que nadie, aparte de tu pareja, es capaz de entender tus miedos y preocupaciones. La mayoría de las veces vas a escuchar ciertas frases banales que te harán incluso sufrir más: «No parece que tenga autismo» o «Ya se le pasará».
En mi caso, dejé de relacionarme con la mayoría de mis amigos porque al escucharlos veía que no me comprendían. Me irritaban sus problemas banales y soluciones «fáciles» e imposibles. Dicen los psicólogos que pasas por el duelo mientras aceptas el diagnóstico de tu hijo. Yo no pasé por ningún duelo, no me gusta esa palabra y mi hija no se ha muerto. Sólo sé que ella no es capaz por sí misma de aprender sola como los demás niños. Necesita ayuda, ayuda cualificada. Yo tuve que aprender cómo jugar y cómo relacionarme con ella. No os engañaré, no fue fácil. Pero, ¿es que ser padres es fácil?
Todavía no siempre nos entendemos, pero sigo creyendo en su potencial, y yo como madre soy su luz en el camino hacia el aprendizaje. Como familia aprendemos a estar felices en la situación en la que estamos. Quizás alguien de la familia tarde en aceptar el diagnóstico, pero siempre hay alguien asume el rol de «dirigente».
Pasarás por el proceso de la negación del diagnóstico, incluso te sentirás culpable. No hay culpables, nadie lo es. Ahora lo importante es entender a tu hijo, descubrir sus gustos y capacidades para que todos podáis buscar el mejor futuro.
