En la entrada anterior hablamos de que los niños con TEA presentan dificultades en el desarrollo del juego y de la imaginación y de cómo potenciar esta habilidad en el contexto familiar. En esta ocasión hablaremos de lo que no debemos hacer cuando tratamos de potenciar el juego en los niños con TEA.
Como hemos hablado, el juego se desarrolla en diferentes momentos evolutivos y una de las primeras consignas será respetar el momento evolutivo en el que se encuentra su juego, ya que si no, el niño mostrará frustración por no comprender la demanda del juego.
Tampoco debemos imponer un juego al niño cuando no es de su agrado, sino que se introducirá de forma paulatina y adaptativa.
Algunos niños con TEA rechazan los juegos compartidos con otros niños o hermanos. Por ello, al principio, empezaremos estableciendo un juego de uno a uno y cuando haya comprensión del juego y disfrute se irá promoviendo que comparta la actividad con otros niños o hermanos.
No olvidar que estamos estimulando el juego, y tiene que ser lúdico ya que se nos puede olvidar e intentar el aprendizaje de otras competencias aumentando los niveles de exigencia que pueden convertir el juego en algo desmotivante para el niño. Pero por otro lado, jugar tampoco es sinónimo de perder el control. Si el niño con TEA tiene conductas desafiantes en el juego debemos atajarlas evitando así que se conviertan en conductas inadecuadas que dificulten después los juegos compartidos.
Tanto para evitar los grandes niveles de exigencias como para que no aumente el nivel de activación del niño que puede facilitar que comience a realizar conductas inadecuadas, hay que combinar actividades pausadas de mesa con actividades de juego motor o movimiento.
La rutina y la constancia van a facilitar que el niño diagnosticado de Trastorno del Espectro Autista (TEA) aprenda a jugar a más y mejor, pero tampoco debemos ser inflexibles en los días, momentos y tipos de juegos a realizar.