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Vacaciones GAME OVER

Carmen María León Lopa

Carmen María León Lopa

Hace nada decíamos: “¡Hemos cerrado los libros, empiezan las vacaciones!” y ya estamos diciendo: “Abrid los libros por la página 7”. Casi sin quererlo, nos encontramos afrontando uno de los hitos del año: el regreso al trabajo después de las vacaciones. La vuelta a nuestro día a día con nuestros sabores y sinsabores, con las exigencias de nuestra jefa, con los atascos, con el “niño, date prisa que llegamos tarde” y con el “a ver si llegan ya las vacaciones del año que viene” en la punta de la lengua. La tranquilidad, el equilibrio y la felicidad que ilusoriamente creíamos haber alcanzado mientras contemplábamos el lento vaivén de las olas en la puesta de sol o el hipnotizante baile de las hojas de los árboles al nacer el día, se han esfumado mientras deshacíamos las maletas. Todos conocemos el llamado “síndrome postvacacional”. Muchos opinan -a veces de manera agresiva, cargada de juicio y de forma inconsciente, pues con frecuencia ellos mismos se sienten igual aunque no se lo permitan y se nieguen a reconocerlo -, que eso es una historia de vagos y flojos que quieren vivir la vida ociosos, pero lo cierto es, que al finalizar las vacaciones y cuando han de regresar a sus trabajos, muchas personas pueden verse afectadaspor estados de tristeza, irritabilidad, apatía, desmotivación, decepción, cansancio e incluso dificultades en el desempeño y en la concentración.

Para ayudarnos a entender esto y superarlo de una manera más eficaz y saludable, detengámonos un momento a reflexionar sobre un concepto que nos llega desde la física. Por definición, la inercia es “la propiedad que tienen los cuerpos de permanecer en su estado de reposo relativo o movimiento relativo”. Remontémonos al inicio de nuestros primeros días de vacaciones. Aún a pesar de encontrarnos deseosos de disfrutarlas, es muy probable que nos despertáramos a la misma hora que si fuera un día laborable, dándole vueltas a cómo solucionar este o aquel problema y mirando el reloj de la misma manera compulsiva. Han de pasar dos o tres días hasta que nuestra mente y por ende, nuestro cuerpo, comiencen a relajarse y a tener consciencia de que las circunstancias externas se han modificado y son un poco menos exigentes. Es por eso que con frecuencia oímos decir: “En una semana de vacaciones no te da tiempo a desconectar, pero en dos sí”. Esto viene a decir que nuestro organismo está inmerso en una rutina que lo lleva a funcionar según unas pautas automáticas que pueden llegar a convertirse en independientes de las características o necesidades externas.

De la misma manera, cuando estamos disfrutando de esa sensación de libertad y expansión que suelen acompañar a los tiempos de ocio, entramos en una nueva inercia que es igualmente difícil de modificar de la noche a la mañana. Necesitamos un periodo de adaptación en el que podamos volver a tomar conciencia de las demandas del ambiente al que hemos regresado. Es importante teneren cuenta este hecho por varios motivos:

  • Nos ayuda a ser más tolerantes y comprensivos con nosotros mismos.

Si en las primeras horas en las que acabamos de pisar nuestro centro de trabajo, pretendemos ponernos al día de todo lo sucedido en nuestra ausencia, resolver todas las cuestiones de golpe y funcionar ya al 100%, lo más probable es que no consigamos nada de esto pero sí que regresemos a casa con dolor de cabeza, frustración, agotamiento y pensando que todo lo que rodea a nuestro trabajo no es más que una fuente de estrés y de angustia de la que estamos deseosos de escapar. Sin embargo, si respiramos nuestra agonía por dar ya lo máximo de nosotros y nos centramos en lo mejor que podemos ofrecer, poniendo toda nuestra atención en las demandas que van surgiendo, probablemente logremos retomar el año de trabajo de una manera suave y fluida que, sin duda, nos resultará mucho más saludable y gratificante.

  • Nos ayuda a ser más tolerantes y comprensivos con quienes nos rodean.
    • Si nuestra posición laboral implica estar a cargo de otros, por ejemplo, si somos miembros del profesorado, es importante comprender que exigir la máxima concentración y el máximo interés del alumnado desde el primer minuto de clase puede proporcionarnos a todos más de una frustración. Seguro que hemos escuchado – o pronunciado – alguna vezcon ese tono con el que se atisba la amenaza de un castigo latente o de una regañina si no se está a la altura: “Vamos a dejarnos de tonterías y a centrarnos, que ya se acabaron las vacaciones”. De nuevo, si tenemos presente el concepto de inercia que nos ocupa, comprenderemos que es necesario comenzar por tareas más sencillas y relajadas, que vayan captando poco a poco la atención de los niños y despertándoles de nuevo el gusto y el disfrute por la adquisición de los conocimientos.
    • Como padres, aceptar que nosotros mismos necesitamos un tiempo para romper la rutina vacacional y regresar a la cotidiana, nos ayuda a comprender que a nuestros hijos, en su regreso a las obligaciones escolares, les sucede exactamente lo mismo. Estar atentos a sus ritmos e írselos modificando poco a poco de manera flexible y relajada ayudará a toda la familia a deslizarse de manera natural hacia los hábitos necesarios para retomar el curso.

En este punto es importante recordar algo que es necesario tener presente para no vernos poseídos por el ansia de que los más pequeños acudan a todas las actividades extra escolares habidas y por haber.  Dentro del día a día, es necesario reservar un tiempo para el ocio y para el disfrute individual y compartido, tanto niños como mayores. Esto es extremadamente beneficioso para nuestra salud física y emocional y sirve como descanso y recarga de energías, lo que StephenCovey llama “afilar la sierra”.

Hacemos especial hincapié en dos aspectos importantes: que sean momentos diarios y que sean disfrutados tanto por los más pequeños como por los más adultos. Es probable que alguien esté pensando en este instante: “¡Eso es una locura! Con todas las obligaciones que debo atender, yo no tengo tiempo para mí”. Como todo, se trata de una opción personal. La salud es responsabilidad de cada uno. De igual modo que nos alimentamos, bebemos, dormimos, nos duchamose incluso sacamos tiempo para ir al gimnasio para evitar el sobrepeso, deberíamos tener integrado dedicar un momento al día para nosotros –ni mucho ni poco, sólo el suficiente, el que cada uno considere que necesita -, para atender nuestra salud emocional y así evitar tener que coger una baja por síndrome ansioso-depresivo o por úlcera de estómago. Pero como decimos, la salud es una elección y una responsabilidad de cada uno.

Y, una última reflexión sobre el mensaje que probablemente más escuchemos en esta época: “Ya se acabó lo bueno, ¿eh?”. Es fácil sentirnos en equilibrio, en paz y conectados con el mundo que nos rodea cuando estamos en un ashram en la India. Todo es armonía, calma, comprensión y amor hacia todo y hacia todos. Queremos decir: es fácil sentirnos plenos y felices cuando estamos apartados de responsabilidades, conflictos, horarios y asuntos urgentes y rutinarios que resolver. El reto, el verdadero aprendizaje y el verdadero crecimiento emocional y vital, viene cuando somos capaces de mantener la claridad y el sosiego del monasterio hindú en medio de la tempestad en la que puede ser o convertirse nuestro día a día.

Y para experimentar y adquirir herramientas, ¡iniciamos un nuevo año de entradas en nuestro blog!

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